A groso modo se nos ocurren dos formas de tener una cortina de rayas.

La primera es gracias a tu gato. ¡Sí a tu gato! No se que ven los gatos en las cortinas para que sin motivo aparente suban sin previo aviso y a toda velocidad a la cima más alta de la casa (sin necesitar material de escalada ni nada… ves, en esto sí vemos una ventaja) pero volviendo al lío, suben y luego con un estilo muy … felino, conseguir una cortina rayada.. digamos… ¡a lo natural!
Y la segunda opción y desde nuestro punto de vista, la más recomendable, es comprar una de nuestra selección de las mejores cortinas a rayas.
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Cortinas de baño
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Cortinas para el salón
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¿A qué esperas para llevarte una de nuestras cortinas de rayas? Date prisa porque los diseños más chulos son los primeros en agotarse. Así que cuanto antes compres tu cortina, antes te aseguras de estrenar lo que realmente quieres.
¡Feliz compra!
El origen de las cortinas
La cortina, y más en general el concepto del cortinaje, tiene orígenes remotos.
Las primeras se encontraron en las Iglesias. La Biblia la nombra como “nube luminosa que acoge al pueblo nuevo, para dar espacio al hombre que retorna a Dios“. Es así como adquiere el signo de protección.
En la época medieval surge el dosel, muy típico en ceremonias en la iglesia y su función era proteger el paso de los nobles, como un gran cubrecabezas para adorar y a cuyo paso inclinarse.

Llegamos al Renacimiento, donde la cortina se abre a nuevos horizontes, aquí adquiriendo ya una línea más decorativa, los nobles la usan para la decoración real. Adquieren tejidos de Oriente y los usan para adornar sus palacios.
Nos remontamos al Barroco, donde con el nacimiento de la escenografía nace el culto por los cortinajes ya entendidos como ornamento. Con la llegada de Napoleón llegan también más tejidos favoreciendo así su expansión.
En el siglo XIX el gusto se orientará hacia un estilo más casto, dominará el blanco.
La llegada de Biedermair, en el siglo XIX, da un giro en el concepto de la cortina, dotando un estilo más castro, done empieza a dominar el blanco. Es aquí donde las cortinas empiezan a suavizar las líneas mórbidas del siglo anterior, para crear una verticalidad de efecto rígido y cuadrado, ya como lo que en la actualidad estamos más acostumbrados.

Hoy la cortina, a parte de su principal función de impedir total o parcialmente el paso de la luz y la visibilidad desde el exterior, adquiere más valor como elemento decorativo mostrando sobriedad y elegancia.